Muchos leemos con atención el informe de Mario Draghi para el impulso de la economía europea a través de la innovación, la descarbonización y la competitividad. Como gallego que soy, siento orgullo al proclamar que —esta vez sí— contamos en nuestra tierra con las condiciones óptimas para poner en marcha muchas de las medidas que Europa pretende impulsar para su modernización, crecimiento y protección frente a las nuevas amenazas.
Como Draghi, yo también creo en vencer nuestras dependencias del exterior, creo en impulsar la cooperación público-privada, creo en una puesta en valor justa y sostenible de los recursos autóctonos, creo en democratizar y multiplicar los contratos de compraventa de energía a largo plazo (PPA), creo en acelerar el despliegue de las renovables, creo en abaratar la energía, creo en desacoplar los precios de la electricidad de la cotización de los fósiles, creo en combatir el cambio climático. Creo en todo eso y, además, pienso que juntos lo podemos hacer. Y tenemos el deber de hacerlo.
Recursos de Galicia (RDG) bebe de ese manantial de ideas. La empresa que me honro en dirigir tiene la responsabilidad de representar a todos los gallegos, porque nuestro primero accionista y garantizador del interés público es la Xunta, y particularmente las empresas privadas que en estos momentos completan nuestro capital: 32 compañías que sostienen más de 21.000 empleos directos y acercan una séptima parte del PIB de la comunidad.
RDG es, además, fruto de un largo proceso de escucha ciudadana. Los gallegos querían que hiciéramos las cosas de otra manera, querían que fuésemos quien de convertir nuestra riqueza natural en riqueza social. Nuestro lema lo dice todo: «Nuestros recursos, a nuestro servicio». Y para eso vinimos, a construir juntos y con audacia un futuro mejor. Conocemos el mercado y sus reglas.
En ese contexto interpreto los nuevos marcos y desarrollos normativos que el Gobierno gallego anunció para, dentro de la seguridad jurídica, avanzar hacia un escenario de apoyo a las pymes y a las personas. Nombradamente dos medidas: el relevo de los parques eólicos antiguos por molinos modernos, con menos impacto y más rendimiento; y la reserva para el tejido productivo gallego de un porcentaje de la energía que los nuevos eólicos produzcan con nuestros recursos. Estoy convencido de que los promotores —RDG también lo será— y la Administración encontrarán vías de entendimiento para llegar a metas que comparten: vanguardia tecnológica, energía limpia, precios competitivos, autonomía, ciudadanía.
Este artículo fue publicado originalmente en La Voz de Galicia el 9 de noviembre de 2024.